Monday, July 5, 2010

DIOS EXISTE, Y NO ES ARGENTINO

Lo único que Argentina necesitaba para perder era enfrentarse contra un equipo de jerarquía como lo es Alemania. En el partido de cuartos de final, fue mas el susto que sintió México en la cancha, que el buen juego de Argentina, por eso aunque los manitos tuvieran un buen equipo, perdieron. Contra Alemania fue totalmente diferente, pues los germanos con un equipo joven y talentoso, con una jerarquía forjada a largo de los años y con tres títulos mundiales en su escudo, dominó de principio a fin a los argentinos, que se vieron sin chispa y totalmente perdidos en el terreno de juego.

Fueron cuatro goles, pero pudieron haber sido más. La actuación del defensa argentino Martín Demichelis durante todo el mundial fue tan deplorable como la de Felipe Melo con Brasil. Falta de entrega y poco talento son solo dos de los cientos de adjetivos con los que podría describir la actuación del defensa argentino. Pero Demichelis no es el único culpable aquí, pues la verdad es que si un jugador juega mal partido tras partido, pero por alguna razón siempre empieza de titular, la culpa la tiene otro.

El legendario y polémico arquero paraguayo José Luis Chilavert dijo hace poco que “hasta un ciego dirige a Argentina”, y estoy totalmente de acuerdo, pero creo que le faltó decir que un ciego también es capaz de sacar a Argentina campeona del mundo. Porque un ciego, con sólo escuchar lo que dicen en la radio y televisión, no duda en convocar a un jugador como Javier Zanetti. Un ciego lo llama a formar parte de la nómina y le da la capitanía. La ausencia de un gran defensa y líder como Zanetti fue notoria, como lo fue también la ausencia de Juan Sebastian Verón en el medio campo. Probablemente los mejores años de Verón están en el pasado, pero sus cualidades de líder hubieran servido mucho más dentro del terreno de juego que en la banca. Darle la capitanía a Javier Mascherano es como darle la capitanía de la selección Colombia a Gerardo Bedoya. No por ser un guache y dar patada todo el partido tiene que llevar el brazalete.

Y con todo el respeto que a mi Messi me inspira, haberle mandado a la cancha como capitán, no fue más que otra muestra de improvisación de Maradona. Pues por más que La Pulga sea el mejor jugador del mundo, su falta de autoridad y liderazgo son notorias.

Pero Diego Maradona llegó a la selección fue a eso, a improvisar. Y aunque miles de hinchas reciban a la selección coreando “Diego no se va, Diego no se va”, la verdad es que Diego se tiene que ir. En diferentes encuestas de diarios de Argentina, en promedio el 60 por ciento de las personas quieren que Maradona deje el cargo. Él por su lado ha dado indicios de que no quiere continuar, pero el presidente de la AFA, Julio Grondona, y el asistente de Maradona, Alejandro Mancus, han dado declaraciones que parecen indicar la continuidad del astro argentino como técnico de la selección. La única explicación que le veo a las declaraciones de Grondona a favor de Maradona, es que lo odia y lo quiere hacer sufrir, pues por cuál otro motivo quería ver a un país en contra de El Chonto.

Cuando El Diego acepto el cargo de entrenador, lo que hizo fue bajarse de ese pedestal, quitarse ese título de Dios, para ponerse de pie frente a una cancha a comerse las unas, comerse a besos a sus jugadores, y verse impotente ante su falta de capacidad como director técnico. Se volvió humano, y eso dio pie a que los argentinos pudieran criticarlo, algo impensable hace unos años. Esto también llevó, con la ayuda de las cientos de cámaras utilizadas en los partidos y a las repeticiones en cámara lenta, a que viéramos a Maradona en todo su esplendor. Las imágenes no fueron agradables, pues vimos a una persona nerviosa, desagradable, sin idea de lo que estaba haciendo y re-chonta, algo que ni el mejor sastre del mundo puede quitarle.

En Brasil, no traer la copa a casa es un fracaso, y por eso la CBF no dudó en despedir a Dunga, que como entrenador conquistó La Copa América y La Copa Confederaciones, pero no fue capaz de poner la sexta estrella en la camiseta de Brasil. Argentina, que vive el fútbol con la misma pasión que los brasileños, que tiene al mejor jugador del mundo y un sin número de estrellas jugando en las mejores ligas del mundo, debería tener una actitud similar a la de sus vecinos, pues clasificar al mundial en cuarto lugar y salir goleados en cuartos de final no es ningún logro.

Y aunque Argentina sea un equipo Sudamericano, y en el pasado le haya hecho fuerza, hoy estoy feliz que estén por fuera de los cuatro mejores del mundo. De pronto, en algún futuro, cuando Maradona no esté a cargo de los gauchos, les haré barra en el mundial nuevamente. Mientras tanto me conformo con saber que aquel que para muchos es Dios, en realidad no lo es, y por lo tanto no estamos hechos a su semejanza. Que gran alivio.

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